LA NECESIDAD DE ESTUDIAR TORÁ

Está escrito: El principio del saber es el temor a D-os, y es una premisa básica que el hombre debe servir al Eterno según su potencial. Como es sabido, el potencial del hombre está determinado por los objetivos que debe alcanzar en ese mundo para ameritar su ingreso al mundo venidero, pues la vida en este mundo es simplemente un prólogo para la verdadera vivencia espiritual del mundo de las almas, que en definitiva es el mundo verdadero y eterno. A ello se refieren nuestros sabios en la Mishna (Abot cap. 1) cuando afirman: Este mundo se asemeja a la antesala y el mundo venidero a un palacio. Prepárate en la antesala para poder ingresar al palacio.

El hombre, de hecho, está formado por dos elementos, uno físico que posee 248 miembros y 365 arterias y si se interrumpe el flujo sanguíneo hacia alguno de dichos miembros, el mismo dejaría de funcionar ya que dicho flujo lo mantiene vivo. Lo mismo ocurre con la otra parte del ser humano, el alma que D-os insufló en él, posee asimismo 248 miembros y 365 arterias espirituales. Y si se interrumpe el flujo vital hacia alguno de ellos, generado por la observancia de los 248 preceptos positivos y los 365 negativos muere dicho miembro espiritual (Rabí Hayim Vital en la obra Shaare Kedusha).

La parte física del hombre casi continuamente se impone a su contraparte espiritual, pues ambas se hallan en un permanente enfrentamiento. El cuerpo, se halla inmerso en sus instintos y deseos materiales, en tanto que el alma divina anhela otro tipo de cosas más espirituales, sin embargo la materia se opone y obstaculiza dicha espiritualidad.

Sin embargo, estas dos partes integran un todo en el hombre y con ambas debe servir al Eterno. Y cuando en el futuro el hombre se levante en la resurrección, ambas partes se levantarán, el cuerpo y el alma, pues también el cuerpo es una parte importante del hombre ya que posee sus propios objetivos (Yad Rema, cap Helek).

Escribe Rabbenu Bahye ibn Pakuda en su obra Hobat Halebabot, que el motivo por el que el hombre requiere de una ayuda especial para poder superar sus barreras y anhelos físicos, es que sus instintos y deseos materiales anteceden a sus fuerzas espirituales. Pues en su niñez el hombre no es consciente de su espiritualidad y se involucrando cada vez más en sus cuestiones materiales y mundanas. Más aún, los requerimientos físicos aparecen como impostergables para el hombre, pues si se halla hambriento y no come sabe que permanecerá hambriento y si come se sentirá satisfecho, y si el alimento es sabroso sentirá mayor satisfacción. Pero no ocurre lo mismo con la parte espiritual, pues el hombre no siente en forma inmediata la necesidad de acercarse al Eterno como siente hambre cuando carece de alimento.

Y el intelecto humano, que es básicamente espiritual, es quien debe ayudarlo a superar sus deseos, con el conocimiento de que le es imperioso acercarse y servir al Eterno. Obviamente, el intelecto no podrá imponerse por sí solo en este enfrentamiento pues este mundo es absolutamente físico y se halla pleno de deseos y anhelos materiales, y el intelecto que es un ente espiritual requiere de apoyo para lograr conducir al hombre en el camino a D-os. Y el apoyo exclusivo con que cuenta el intelecto para ayudar al hombre es la sagrada Torá, pues al destinar momentos diarios de estudio de la sagrada Torá, el hombre le brindará a su intelecto el apoyo y las fuerzas para que lo conduzca por el camino correcto. Pero si se aparta de la Torá y pretende que sólo su intelecto lo guie y le permita imponerse a sus instintos, estará cometiendo un grave y amargo error.

Este es el motivo por el que la sagrada Torá limita al hombre en mucho de sus instintos básicos, por ej. el consumo de alimentos prohibidos etc. pues el Eterno sabe fehacientemente que dichos alimentos lo sumergen más aún en sus instintos físicos y lo alejan de la espiritualidad y de la claridad intelectual.

Por ello la Torá encomendó un día de ayuno, Quipur, pues de esta manera alimenta y aviva su intelecto ante las fuerzas del instinto. Lo mismo ocurre con las plegarias y la caridad, son la antítesis de los deseos materiales, y la Torá encomendó estas conductas para que el hombre acceda al bien, tanto en este mundo como en el venidero. Y así se expresó el rey David en los Salmos: Luminaria para mi paso es Tu palabra y luz para mi sendero; y hallamos escrito: Pues luminaria es el precepto y luz la Torá. Y escribe el rey Salomón (Kohelet 1) He visto la superioridad del intelecto por sobre la necedad, así como es superior la luz sobre la oscuridad.

Por ello, es preciso que cada quien se esfuerce en destinar diariamente momentos de estudio de Torá; incluso las mujeres deben tratar de estudiar Torá, especialmente lo relacionado con los preceptos que les competen y cuyas halajot deben conocer. De esta manera, la persona podrá percibir la inmensa trascendencia que poseen cada uno de sus actos y será sumamente dichoso.

Rab Ovadia Iosef